Microrrelatos

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Shadow Creek

Kennebec Journal, lunes 12 octubre de 1864


 

La tragedia golpea de nuevo al Condado de Androscoggin


 

Ayer por la tarde se dio por desaparecido a un hombre que permanecía en la zona por motivos de trabajo tras varios días de intensa búsqueda. Al parecer el joven Jonathan Lorrel, viajante de profesión, se dirigía hacia Auburn, a donde nunca llegó. Fue visto por última vez en la taberna del nuevo Shadow Creek. 


 

Recordemos a nuestros lectores que la pequeña población de Shadow Creek sufrió un devastador incendio en 1837 que dejó yermo el terreno hasta que diez años después se inició la reconstrucción. Esos diez años dieron para mucho, ya que no son pocas las historias que se cuentan sobre desafortunadas desapariciones en la zona. Los más ancianos del lugar afirman que se debe a la maldición que cubre de sombras estas tierras. Más de uno seguramente habrá escuchado que en noches negras, sin luna, se oyen las ruedas de un carromato rodar sobre el firme mojado acompasadas por el trote de unas pezuñas. Quien lo ve pasar con sus faroles laterales encendidos, unido queda a la comitiva de almas que lo acompaña en la travesía. Ese carromato salió de Shadow Creek el 31 de octubre de 1837 huyendo del incendio con el féretro que transportaba. El hermoso corcel negro que lo conduce en soledad trató de salvar su vida pero el fuego se lo tragó como quien apura el último trago de su copa. Su alma y la del finado quedaron atrapadas entre este mundo y el del más allá. Hasta los lobos callan cuando lo escuchan pasar. El que firma estas líneas no es muy creyente de este tipo de relatos, pero no mucha gente se atreve a transitar por los caminos de tierra que llevan hasta aquel paraje. De hecho, Shadow Creek es la población con menor número de habitantes de todo el condado. 


 

Sin dudarlo, me uní con mi libreta a las labores de búsqueda para poder relatarles todo lo que mis ojos vieran. Su desconsolada esposa viajó hasta la zona con la esperanza de hallarle aún con vida. Tuve oportunidad de cruzar con ella unas palabras y pueden imaginarse el estado de nervios en el que se encuentra. No podía emitir sonido alguno sin que las lágrimas resbalaran por su pálido rostro. 


 

Caminar hacia Shadow Creek por los caminos que daban a la old town es una experiencia que no recomiendo a los lectores de este humilde diario. Las ramas de los árboles muertos se entrecruzan en el horizonte como en una macabra coreografía, hasta que el hueco para pasar por debajo de ellos es ridículo incluso para un niño, y los cuervos te observan paso tras paso, muy quietos, muy en silencio, hasta que uno de ellos grazna y entre todos arrancan una mortuoria sinfonía. Creo que lloran por las almas que allí se perdieron. Hay otros caminos que se habilitaron en la reconstrucción de 1857 para dar acceso a la zona nueva, por supuesto, pero en una búsqueda de semejante magnitud había que recorrerlo todo. Y gracias a ello se encontró lo único que queda de Jonathan Lorrel, su maletín de viajante, que estaba tidado en uno de estos viejos caminos sin explicación ninguna. ¿Qué le pasó al joven Lorrel? Les aseguro, queridos lectores, que se cubrieron todas las millas que humanamente se podían cubrir: andando, con carros, de día, de noche. Vi los restos de lo que ese infausto incendio dejó, lo miré sobrecogido, pues era como una instantánea del momento del suceso. Lo que más llama la atención allí es el silencio. Ese silencio devastador que ensordece, ya me comprenden. Nadie se atrevió a construir sobre aquellos restos, todas las nuevas edificaciones se hicieron en terrenos anexos, duplicando en extensión a Shadow Creek. 


 

No quisiera con mi crónica animar a nadie a probar suerte. Si creemos en leyendas, puede que se encuentren con Jonathan Lorrel. Por allí se cuenta que en realidad no hay nada que explicar acerca de lo sucedido, simplemente se unió a la comitiva de almas que arrastra Centinela, el corcel espectral. Leyenda o realidad, yo me pregunto, si iba por un viaje de trabajo, ¿por qué se desvió?, ¿qué le llamó la atención?, ¿qué vio?, ¿qué puede ser tan poderoso como para demorarte en regresar junto a tu amada esposa?, ¿qué? Estas preguntas me han perseguido desde que salí de Shadow Creek, desde que oficialmente las autoridades del condado lo han dado por desaparecido.


 

Cuídate viajero, si acaso algún día transitas los caminos que conducen a Shadow Creek.


 

Sinceramente les saluda la pluma de 


 

Peter Donely

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